Poesía futbolera

2/14/09

Francomagnorama interrumpe brevemente la transmición de sus tonterías para, en cumplimiento con la Alianza Educativa, poner un post poético por cada 200 de estupideses.

"Vino a hablar mal de México", varias veces he escuchado a diplomáticos mexicanos ofendidos de que un paisano diga en el extranjero que padecemos corrupción, violencia o la falta de democracia. Un sentido patriotero de la identidad lleva a suponer que el mexicano con pasaporte está obligado a celebrar sus raíces en cada latido de su corazón tricolor.


Algo parecido sucedió en días pasados. En numerosas tertulias de la radio y la televisión, los comentaristas se mostraban seguros de que México derrotaría a Estados Unidos y hacían pronósticos que rara vez eran negativos. Si acaso alguien se atrevía a mencionar la posibilidad del fracaso, era visto como un "catastrofista", nombre que ahora se le da al aguafiestas que alerta sobre un problema con conocimiento de causa.

El periodismo deportivo suele ser una de las ramas más informadas del conocimiento. Ahí no hay posibilidad de falsear los datos. A pesar de que en 36 años México no le ha ganado a domicilio a Estados Unidos en partido de eliminatoria y de que los resultados de la etapa comandada por Sven-Goran Eriksson dejan mucho que desear, se consideraba ominoso vaticinar una derrota. La actitud es tan irracional como pensar que las enfermedades se producen cuando uno ve al médico.

Un especialista en deportes dijo que había visto a mucha gente con la camiseta de la Selección: "eso significa que le tienen confianza", comentó. En mi opinión, quien usa la camiseta verde en días de juego declara su apoyo sin que eso signifique que confíe en el triunfo (¿qué atlista o necaxista apoya a los suyos por "confianza"?).

Los medios asumen la tarea de desterrar las dudas, como si el marcador dependiera de nuestra capacidad de autoengaño, o como si no hubiese nada más profesional ni analítico que adorar a la patria.

Así como el gobierno federal considera que los empleos se pierden por falta de optimismo, otros consideran que vaticinar una derrota es una malévola invitación a perder.

Esta actitud ha arraigado en las más distintas circunstancias. El secretario del Trabajo responsabilizó al empresario Carlos Slim de agravar los problemas con sus declaraciones. Para muchos mexicanos, la palabra tiene un rango mágico: creen que la tragedia se suscita al mencionarla.

En cambio, los motivos del desastre no se modifican. Hace tres décadas que México no vence a Estados Unidos en su casa. Durante ese lapso, la liga mexicana se deterioró para beneficiar al comercio. La liguilla llegó para garantizar las ganancias de las televisoras y los anunciantes. Todos los entrenadores de la Selección han señalado que convendría volver a los torneos largos para trabajar con las canteras y lograr el rendimiento regular de los jugadores. ¿Qué estabilidad puede esperarse de una liga donde sólo un equipo (los Pumas de Hugo Sánchez) ha ganado dos torneos cortos seguidos?

Basta ver la camiseta de un futbolista mexicano, infamada por 12 anuncios, y compararla con la del Barcelona, sólo respaldada por la Unicef, para entender las prioridades de nuestro futbol.

La Selección Mexicana es la cuarta que más dinero genera por motivos de publicidad. Un refresco que no alimenta, un producto chatarra e incluso una cerveza pueden ser productos oficiales de la Selección. La transmisión de los partidos es el sitio donde de pronto dejas de ver el balón y aparecen tres totopos cacarizos o un rostro, no muy distinto, de un político.

De acuerdo con un ritual azteca, cada cierto tiempo se sacrifica al técnico que no supo cambiar la realidad y se le ofrece una millonada a otro mártir de pants verdes.

Esto no exime a Eriksson de los errores que ha cometido en el banquillo donde se hace el sueco. Adiestrado en Europa, confía en la velocidad e ignora que los mexicanos tenemos nuestro ritmo, le damos valor épico a la impuntualidad y sólo anotamos cuando no se espera. De los semimexicanos con los que cuenta, el que menos le gusta es Sinha, porque frena la evolución del partido. Sin embargo, la pausa es el estado natural de un país donde hacer algo "ahorita" es más lento que hacerlo "ahora". De los forasteros que buscaron aquí su lejano Oeste, Sinha es el que mejor se adapta. Además, como dijo el poeta Eduardo Langagne, es el único mencionado en el Himno Nacional: "Sinha, oh patria...".

¿Y qué decir de Rafa Márquez? En el Barça es un magnífico subordinado. Sin embargo, al asumir el destino de una patria pródiga en héroes caídos, confunde el liderazgo con el deseo de inmolarse. No puede ser que el segundo jugador más expulsado en la historia de la Selección sea el capitán. ¿Habrá modo de explicarle que Juan Escutia sólo se suicida cuando ya se decidió el partido?

Giovani dos Santos está, como la economía mexicana, en eterno proceso de desarrollo. El brillante seleccionado Sub 17 no ha destacado en el profesionalismo. Tal vez Eriksson confía en él porque dormita en Europa, pero en la Selección sólo ha mostrado pinceladas. Ayer, reveló rasgos de la idiosincrasia nacional. Los delanteros mexicanos prefieren que les cometan falta a asumir la responsabilidad de disparar. Si no fue gol, la culpa es del destino. En su más vistosa acción, Gio entró al área y se desplomó con una carga. Como pertenece a la escuela trágica de los vencidos, dramatizó su caída, quedándose 20 segundos en el césped, lo suficiente para bloquear el gol que pudo anotarse en la próxima jugada.

En el eje de ataque tuvimos a Carlos Ochoa, que comparte con el Kikín Fonseca la educada simpatía y la condición de correr con una entrega que sería estupenda si el futbol se jugara sin balón.

Pero todo esto es anecdótico. Los problemas son estructurales. El futbol mexicano es un pretexto para vender cerveza y enriquecer a la televisión. No está mal que otros ganen con el juego. Lo grave es que ganen a merced de los que nunca lo hacen.

Juan Villoro

1 Comentarios:

Alejandro Cabanillas Sepúlveda said...

Estos dogmas según San Paco, son la luz al final de túnel. El problema es el vacío que dejas en las neuronas después de leerte. Saludos.
Alejandro Cabanillas